jueves, 6 de septiembre de 2012

Hilos

     Hay veces en las que las oportunidades de aventura llegan a tí y tienes dos opciones. Una: recordar que tienes algo que hacer y largarte de ahí o... Ver que se esconde y seguir adelante. La mayoría de las personas se dan la vuelta y regresan a su casa, pero no todas. Eso me recuerda otro episodio de las historias de mi callejón, una cosa...un poco oscura.

*      *      *

      Todo iba mal. Había salido en primera plana en el periódico local. Todos se habían quedado de piedra cuando le habían encontrado en la cama. Beth había desaparecido. Bueno, más bien se había largado. Y David parecía haberse encerrado dentro de si mismo para no volver a salir. Las ventanas de la librería estaban cerradas a cal y canto y el contrachapado bajado. Y para más INRI todo el pueblo se había volcado con el caso de J.J. Todos eran unos verdaderos idiotas que no entendían nada. Pero él si. Nick Elliot encendió un pitillo y aspiró.
      -Maldita sea, hasta muerto llama la atención.
      Pateó una piedra y esta rodó por la acera. Se perdió bajando la calle, hacia la zona del río, fuera del callejón. Nick siguió caminando tras la piedra. Llevaba dándole golpecitos toda la mañana y corriendo tras ella mientras encendía un cigarro tras otro. <<Dios, no se que narices me está pasando hoy...Tengo la cabeza en otro lado>> Se llevó el pitillo otra vez a los labios y volvió a aspirar. Le quemaba la garganta, pero parecía ser la única cosa que le quitaba el pensamiento de Beth y de J.J. La piedrita se paró justo al chocar contra la rueda de un viejo carro de madera. Nick alzó la vista y se fijó en un cartel bastante desgastado prendido con clavos a la pared del carromato. "Nuevo espectáculo de marionetas de El Gran Charles Puppett. Lo nunca visto, la magia detrás de los hilos. ¡Marionetas vivientes! Entrada libre." Nick exhaló una bocanada de humo que dio de lleno en el cartel. <<Hoy a las doce de la noche en el viejo teatro abandonado>>
     -Así que marionetas vivientes...-Suspiró y lanzó una sonrisa idiota al suelo.- A Beth le hubiese encantado. Incluso al idiota de J.J. le hubiese resultado interesante.- <<Y puede que David también hubiese salido de su odioso agujero>>
      Arrancó el cartel de golpe, lo dobló y se lo guardó en el bolsillo. Esa noche iría al teatro, aunque solo fuese en memoria de J.J. y Beth. Aunque más por Beth.
     -Espero que sea lo suficientemente bueno como para sacarme todos los problemas de la cabeza.
      Cuando oscureció, se puso su gabardina negra sobre su camiseta también negra y se arregló un poco el pelo rubio despeinado. Si iba a ir, iba a ir bien. Por un momento pensó en llamar a David a la librería, pero se echó atrás en el último momento. Sin más, siguió caminando hacia el teatro abandonado. Llegó a la carrera cinco minutos después, eso le pasaba por salir tarde de casa. Pero podía volver a la hora que quisiese. <<Al fin y al cabo no me espera nadie...>> Cuando recuperó el aliento, miró el reloj y se dio cuenta de que le faltaban apenas dos minutos para que la sesión comenzase. Se echó una última carrera hacia la entrada medio derruida y empujó la puerta. Y entró.
      Dentro todo estaba oscuro. Él nunca había entrado en el viejo teatro abandonado, por lo que se sentía fuera de lugar en aquel sitio. Pero desde luego no era normal que todo estuviese a oscuras. <<¿Me he equivocado de fecha? No...Estoy seguro de haberlo leído bien. Era hoy.>> Caminó un poco hacia al centro de la sala, pero la única luz que había allí era la de su cigarro. De repente, en medio de aquella oscuridad, sintió un ligero pinchazo en el brazo.
       -¡Ah! Mierda.-Se frotó el lugar en el que le había picado. Justo en el cod.- ¿Qué narices ha sido eso?
       -Oh, tranquilo.-Respondió una voz desde algún punto indefinido de la sala, muy cerca de él.- Esto solo te dolerá un poco.
       Y luego sintió otro picotazo. Y otro, y otro. Aquello que le estuviese picando le recorría todo el cuerpo y lanzaba mordiscos aquí y allá, en las muñecas, los codos, la nuca, las rodillas, los tobillos... En todas las extremidades, hasta que no quedó un solo lugar sin picar. Y en ese momento valió un ligero tirón para que ya no tuviese el control de si mismo. Sus brazos y piernas se movían por si solas, sin que él pudiese controlarlas. Comenzó a sudar. Le dolían los sitios donde aquello se le había clavado en la piel. Le ardían. A cada tirón, a cada movimiento parecía que le desgarraban la piel, tira a tira. Y ya no era dueño de sí mismo. <<¿Qué es esto? Por qué...¿Por qué no puedo moverme?>> Intentó hablar, pero era inútil, parecía cómo si le hubiesen cosido los labios. Con cigarrillo y todo.
      -¡¡BIENVENIDAS SEÑORAS Y SEÑORES!!-Sonó la misma voz amplificada por toda la sala. Un foco blanco se encendió e iluminó a Nick desde arriba. Sin quererlo, se vio obligado a hacer una reverencia frente a todo el público. Porque había público. No los veía, pero los sentía, sentía sus sonrisas, sus miradas sobre él, juzgándole, divirtiéndose con él. Como si fuese una marioneta. Se miró y entonces los vio. De él salían unos finos hilos plateados que ascendían y se perdían en el techo. Y le dolía. Cómo si no estuviesen prendidos a su carne, sino a su alma.- ¡¡EL ESPECTÁCULO PUEDE COMENZAR!!
      Y esa fue la primera vez se le cayó el cigarro de la boca, al tener que sonreír de oreja a oreja.
LITERALMENTE







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