¿Sabéis por qué
sigo viviendo en esta vieja librería? Por que los libros tienen alma. No me
refiero a un alma espiritual, la que sube al cielo cuando mueres. No. Yo me
refiero a que los libros tienen vida. Y por eso hay que tratarlos con tanto
cuidado. Porque si te encuentras con libros…normalitos bueno, todo puede ir
bien. El problema es cuando a tus manos llega un libro especial. Recuerdo una
historia muy, pero que muy especial. La historia del joven hijo del antiguo
dueño de mi librería…
* * *
David se levantó
por la mañana temprano. Se miró al espejo y se miró a si mismo y a sus ojos
azules. <<Dios…Mi vida no tiene sentido…>> Desde hacía unos meses su
padre estaba enfermo y él, a sus quince años, se tenía que encargar de la
librería. Ya ni siquiera iba a la escuela. Se pasó el cepillo por el pelo sin penas peinarse y bajó a la librería.
Abrió la puerta,
levantó la chapa y barrió el suelo. En toda la mañana nadie entró en la tienda.
<<Como siempre. Siempre está vacía.>> Su vida ere una mierda. Se
pasaba todo el día trabajando o apoyado en el mostrador. Sin saber porqué sus
ojos se desviaron a su muñeca derecha. Allí estaban. Las cuatro cicatrices
horizontales. Resopló y se levantó a duras penas. No era momento para aquello,
en la parte trasera de la tienda quedaban un montón de libros por ordenar y no
lo iban a hacer ellos solitos.
Mientras estaba
ahí detrás, la campanilla de la puerta sonó. En lo que pedía un segundo para
terminar de colocar los libros la campanilla volvió a sonar. David dejó los
libros y corrió hacia la tienda. Allí ya no había nadie. Solo un libro encima
del mostrador. Lo cogió y lo levantó. Las letras doradas brillaron. <<”Cinderbell”>>
Lo abrió y se encontró las páginas en blanco. Las hojeó todas. Ninguna estaba
escrita.
Nadie volvió a
entrar en la librería en todo el día. Ya en su habitación cogió la cuchilla de
afeitar de su padre y dejó el libro junto al lavabo. Se miró de nuevo al espejo
y vio sus ojeras. <<Yo…no estoy haciendo nada malo…Solo…quiero…quiero que
todo esto acabe…>> Cogió la hojilla y la acercó a su muñeca. En un primer
momento no sintió nada, apenas el palpitar de su corazón acelerado, pero cuando
el metal se hundió en la carne y el líquido rojo comenzó a manar y a gotear
sobre el lavabo, se sintió liberado. Notaba el frío del acero dentro de él,
cómo si le poseyera, cómo si le llenase por dentro y la sensación de ver cómo
aquellas pequeñas gotitas rojas pintaban tan armoniosamente el blanco de la
piedra del lavabo le hacía sentir cómo si estuviese en otro lugar. Puso la
hojilla bajo el grifo y dejó que el agua la limpiara y le limpiase. Sin querer
le dio un codazo al libro que cayó al suelo y se abrió. <<Oh, mierda.>>
Se agachó a recogerlo, una gota de su sangre cayó a una de las páginas y sin
más…desapreció. Al segundo brotaron unas letras rojas en el papel:
Solo una gota de sangre vale para comenzar la guerra. David
Luxor, déjate arrastrar al infierno que tú mismo has creado. Deja que tus
pesadillas se conviertan en realidad y véncelas. La sangre derramada se cobrará
su precio. Ahora, responde, ¿Quieres escapar a tu destino?
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